Hoy, 23 de julio, hace un año que se apagó su voz. A las cuatro de la tarde, hora local, los tabloides se hacían eco del fallecimiento de la cantante de 27 años. Pronto se conoció la noticia en todo el mundo; las muestras de condolencia de los fans, se hicieron presentes frente a su apartamento de Camden. Había nacido un mito.

Amy Winehouse nació en Londres en el seno de una familia judía. Pronto destacó en la música, gracias a un impresionante registro vocal que, años más tarde sería descrito por la crítica como acústicamente poderoso. Sus tatuajes, piercings y su peinado beehive, convirtieron en un referente a esta cantante y compositora inglesa que comenzó su carrera con tan solo dieciséis años. Aunque publicó su primer álbum en 2003, el éxito internacional le llegó tres años más tarde, de mano de su segundo trabajo: Back to Black. Comparado con los grandes éxitos del motown, el disco se situó rápidamente en la cima de todas las listas de éxitos, llevando a la artista a conseguir cinco galardones en la quincuagésima edición de los premios Grammy.

Producido por Mark Ronson y Salaam Remi, el álbum incluía como primer sencillo, uno de los temas más emblemáticos de la artista, donde expresaba su negatividad ante la idea de asistir a un centro de rehabilitación. La canción se situó en el número diez del Billboard Hot 10, tan solo una semana después de que la artista la interpretara en la ceremonia de los MTV Movie Awards. Aunque continuó trabajando, su adicción a las drogas y al alcohol no le permitió levantar cabeza. Un año después de su muerte, recordamos a esa gran voz con el que, en mi humilde opinión, ha sido su  gran legado: Rehab.


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