Mostrando entradas con la etiqueta memoria. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta memoria. Mostrar todas las entradas

viernes, 25 de mayo de 2018

La historia de Tobi

viernes, 25 de mayo de 2018
Hola Tobi.

Hoy hace ya un mes que te fuiste y quiero contar tu historia. Nadie puede imaginar cuánto te echamos de menos en casa… Aún esperamos verte aparecer en cualquier momento, dispuesto a robarnos la zapatilla y corretearnos por toda la casa… pero ya no estás… Ahora estarás en un lugar mejor, con Pluto, jugando, saltando y corriendo… Has sido un fugaz rayo de luz en nuestras vidas, llenando de alegría cada segundo de estos casi tres años… Te quiero Tobi.

¿Recuerdas…? Corría un mes de agosto cuando nos conocimos. Eras tan, tan pequeñito, que entrabas entero en mi mano. Te pusieron en mi regazo y estabas medio dormido, pero entonces abriste esos preciosos ojos castaños, me miraste y empezaste a darme besitos en el cuello y la barbilla. Desde aquel mismo momento, Tobi, pasaste a formar parte de nuestras vidas y prometí protegerte y cuidarte por siempre.

Travieso y juguetón, conseguías derretir cualquier corazón con esa mirada inocente y dulce, pero quiso el destino castigarte con la epilepsia y, a poco de haber cumplido tu primer año, tuviste la primera convulsión. Desde ese instante, jamás te dejamos solo ni un momento. Así pasaron los meses de paseos y juegos, de travesuras, de saltar de sofá en sofá y, sobre todo, de darnos mucho, mucho, mucho amor y alegría...

Entonces, los ataques epilépticos se acortaron en el tiempo y la que por aquel entonces fuera su veterinaria, Teresa Moreno, propietaria del Centro veterinario Pizarra, le prescribió la medicación que empezamos a administrarle religiosamente. Días después volvió a recaer y tuvo tres episodios continuados y, aunque intentamos localizar a Teresa llamándola varias veces a su teléfono de urgencias, jamás obtuvimos respuesta

Ese mismo día, conoció en Málaga a la que sería su nueva veterinaria pero, no había pasado ni un año, cuando la mañana del pasado miércoles 25 de abril tuvo una nueva crisis epiléptica. Tobi dormía en mi cuarto y a las 6.20 de la madrugada lo escuché convulsionar. Rápidamente nos levantamos, le suministramos Diazepam y, como en anteriores ocasiones, Tobi reaccionó positivamente. Comenzó entonces a recorrer la casa… parecía que preveía su oscuro destino y quería despedirse del que, durante dos años y diez meses había sido su hogar.

Efectivamente, poco después empezó a convulsionar. Como no respondía a la medicación, y vista la violencia de las convulsiones, llamamos rápidamente a Teresa Moreno, la que fuera su veterinaria, y en cuya publicidad ofrece un servicio de urgencias localizable. Eran exactamente las 6.45 de la madrugada y, esta vez descolgó el teléfono para decirnos que no nos atendía porque su marido se iba a las 7 a trabajar y no tenía con quién dejar a los niños, y… “Además...” - añadió - “...hace ya mucho tiempo que no veo a Tobi, ni sé nada de él, si está medicado o no, qué está tomando, etc… Ponedle otro Diazepam y, si no responde llevadlo a un hospital de urgencias a Málaga.” - y colgó. Nunca más supimos de ella.

Si señores, esta es la falta de ética, de moral y de humanidad de una “profesional” de la veterinaria que, con su falta de auxilio, condenó a Tobi a un viaje de 30 kilómetros hacia una muerte angustiosa... 30 kilómetros en los que no dejó de convulsionar hasta que su pequeño corazón se apagó… Bien sabe Dios que intentamos llegar a SOS Animal (Málaga) lo antes posible, pero era la hora que era, y había muchísimo tráfico en carretera. Cuando llegamos, me bajé rápidamente, dejé el coche abierto, cogí a mi pequeño y corrí hacia el hospital veterinario con Tobi agonizando en mis brazos… Nos estaban esperando y acudieron rápidamente para intentar salvarlo… para salvar una vida, la vida de mi Tobi… pero, no fue posible. Aunque hicieron todo cuanto pudieron, su pequeño corazón no aguantó el envite de ese estado convulsivo…

Tobi nos ha dejado, cuando aún era demasiado pronto… No pude estar a tu lado en esos últimos momentos, acariciándote, diciéndote que todo iba a ir a bien... No pude despedirme de tí, darte un abrazo... y, aunque no puedo borrar de mi mente aquellos angustiosos momentos, intento aferrarme a los recuerdos del tiempo que pasamos juntos durante esos dos maravillosos años… Ahora la casa vuelve a estar en silencio: sin ladridos, sin travesuras, sin juegos… sin tus besos… sin tí, Tobi.

Esta es la historia de Tobi, un perrito inocente que no alcanzaba los tres años de edad, cuya vida terminó injustamente antes de tiempo... espero que, ante cualquier emergencia, si les coge el teléfono, sus mascotas tengan más suerte que Tobi...



0 comentarios

lunes, 13 de julio de 2015

a Pluto

lunes, 13 de julio de 2015
Hola Pluto.

Han pasado ya unos días, pero aún no he conseguido reunir la fuerza suficiente para no llorar cada mañana, cuando me levanto y veo que ya no estás. La casa está vacía, sin la alegría que desprendías, y cada rincón y momento del día me recuerda a ti. Aun creo escuchar tu bufido por debajo de la puerta del dormitorio, cuando por la mañana me pedías que te abriera la puerta para saltar sobre mi cama y quedarte ahí conmigo. O cuando salíamos a la calle a dar tu paseo... O la manera en que levantabas la pata para que te rascase el pecho... O cómo te gustaba dormir bajo las cortinas y tu mantita… O cómo te gustaba jugar a la pelota o revolcarte en la arena o ir al río o jugar con los aspersores o con tus juguetes o subirte al coche o corretear por la casa o robarme la zapatilla y esconderte debajo de la cama, hasta que te hiciste algo mayor y te quedaste encajado, porque el culete ya no te entraba bajo la cama... Cuando te tumbabas conmigo a dormir la siesta o a que te leyese uno de mis libros... Y luego, por la noche, venias a pedirnos que te acostáramos y allá íbamos todos, tú te tumbabas en tu camita y nosotros te arropábamos... A veces nos despertabas con tus sonoros ronquidos o, simplemente cuando te levantabas y escuchábamos tus patitas sobre el suelo. Pero lo mejor de todo, era ver tus ojitos, esos ojos marrones que parecían estar pintados, como decía la abuela.... ¿te acuerdas...? A sus pies te gustaba tumbarte al sol cuando aún eras un cachorrito. Te echo de menos cuando me despierto y no te veo junto a la cama. Te echo de menos cuando desayuno y ya no puedo darte el trozo de magdalena. Te echo de menos cuando regreso a casa y no vienes a saludarme. Te echo de menos cuando almuerzo, porque no tengo a mi lado mirándome fijamente y esperando paciente a que te de tu trozo de queso. Te echo de menos durante la siesta, porque no estás tumbado conmigo. Te echo de menos cuando me visto para salir y tu no estas esperando al pie de la escalera. Te echo de menos en el coche, porque ya no te veo tras la reja, mirando por la ventana. Te echo de menos cuando te acurrucabas sobre mis pies en el sofá. Te echo de menos en la calle, en el parque, allá por donde voy, porque ya no estás.

Parece que fue ayer cuando nos conocimos. Apenas tenias unos días cuando papá y mamá te trajeron casa. Ese día llegué tarde de Málaga, deseando conocerte y, cuando abrí la puerta, allí estabas tú, una pequeña y preciosa bolita de pelo blanco, de panza sonrosada y con los ojos mas bonitos que había visto jamás; un glotoncete juguetón y muy, pero que muy cariñoso. Te saludé y respondiste moviendo la colita, para después salir corriendo hacia tu cunita y acurrucarte en tu mantita azul. Ahí empezó todo. Una amistad que el destino no ha querido que dure más de once años. Once maravillosos años (los mejores de mi vida) en los que has sido el mejor amigo que he tenido jamás, y un compañero inseparable. Has estado a nuestro lado en los buenos y malos momentos... Cuando Maruja se fue al cielo, cuando mamá y papá estuvieron malitos y durante el medio año que estuve de baja por mi enfermedad, que no te separaste ni un solo minuto de mí. Pero el tiempo pasa inexorable y no perdona... Hace poco menos de un año empezó a fallarte la patita; poco a poco fuiste perdiendo movilidad y, aunque en los últimos meses apenas podías andar, sacabas fuerzas de donde no las había (porque siempre has sido un campeón) para demostrarnos lo valiente y luchador que eras y, pese a todo, nos mostrabas siempre tu alegría y agradecimiento moviendo la colita y dedicándonos una de esas profundas e inocentes miradas... siempre cuando estábamos junto a ti, porque, ni papá, ni mamá, ni yo, hemos querido dejarte solo ni un minuto en todo este tiempo. No obstante, el maldito destino nos obligó, con todo el peso de nuestro corazón, a dejarte marchar y descansar de los dolores que cada vez más invadían tu pequeño cuerpo.

Ahora, tumbado en el sofá, extiendo mi mano buscándote para acariciarte y no te encuentro... Y quiero irme y salir y no volver a casa porque tú no estás. Quiero que sepas que aquí todos te echamos de menos, hasta tu amigo Pepón, pero para mí... para mí está siendo especialmente difícil, porque ya no está mi amigo, mi compañero, mi bebé... Has dejado un vacío muy, muy grande en mí, pero no quiero que te preocupes, lo superaré porque se que ahora estás en un lugar mejor, sin dolores ni sufrimiento, lejos de los cohetes que tanto miedo te daban, corriendo por un inmenso prado verde y jugando con tu primo Ter y tu amigo Simba y, quizá, también tumbado de nuevo a los pies de Maruja, tomando el sol y cuidando de papá, de mamá y de mí, que algún día nos reuniremos de nuevo contigo. Antes de despedirme, quiero darte las gracias por haber formado parte de mi vida, por haberme dado todo lo que me has dado y siempre de forma incondicional; por haber sido un gran amigo y compañero, cariñoso, obediente, fiel y leal... Has sido un ángel que un día entró en nuestras vidas y tocó nuestras almas. Gracias siempre Pluto. Jamás te olvidaré.

Te quiero. 




0 comentarios