Hola Tobi.

Hoy hace ya un mes que te fuiste y quiero contar tu historia. Nadie puede imaginar cuánto te echamos de menos en casa… Aún esperamos verte aparecer en cualquier momento, dispuesto a robarnos la zapatilla y corretearnos por toda la casa… pero ya no estás… Ahora estarás en un lugar mejor, con Pluto, jugando, saltando y corriendo… Has sido un fugaz rayo de luz en nuestras vidas, llenando de alegría cada segundo de estos casi tres años… Te quiero Tobi.

¿Recuerdas…? Corría un mes de agosto cuando nos conocimos. Eras tan, tan pequeñito, que entrabas entero en mi mano. Te pusieron en mi regazo y estabas medio dormido, pero entonces abriste esos preciosos ojos castaños, me miraste y empezaste a darme besitos en el cuello y la barbilla. Desde aquel mismo momento, Tobi, pasaste a formar parte de nuestras vidas y prometí protegerte y cuidarte por siempre.

Travieso y juguetón, conseguías derretir cualquier corazón con esa mirada inocente y dulce, pero quiso el destino castigarte con la epilepsia y, a poco de haber cumplido tu primer año, tuviste la primera convulsión. Desde ese instante, jamás te dejamos solo ni un momento. Así pasaron los meses de paseos y juegos, de travesuras, de saltar de sofá en sofá y, sobre todo, de darnos mucho, mucho, mucho amor y alegría...

Entonces, los ataques epilépticos se acortaron en el tiempo y la que por aquel entonces fuera su veterinaria, Teresa Moreno, propietaria del Centro veterinario Pizarra, le prescribió la medicación que empezamos a administrarle religiosamente. Días después volvió a recaer y tuvo tres episodios continuados y, aunque intentamos localizar a Teresa llamándola varias veces a su teléfono de urgencias, jamás obtuvimos respuesta

Ese mismo día, conoció en Málaga a la que sería su nueva veterinaria pero, no había pasado ni un año, cuando la mañana del pasado miércoles 25 de abril tuvo una nueva crisis epiléptica. Tobi dormía en mi cuarto y a las 6.20 de la madrugada lo escuché convulsionar. Rápidamente nos levantamos, le suministramos Diazepam y, como en anteriores ocasiones, Tobi reaccionó positivamente. Comenzó entonces a recorrer la casa… parecía que preveía su oscuro destino y quería despedirse del que, durante dos años y diez meses había sido su hogar.

Efectivamente, poco después empezó a convulsionar. Como no respondía a la medicación, y vista la violencia de las convulsiones, llamamos rápidamente a Teresa Moreno, la que fuera su veterinaria, y en cuya publicidad ofrece un servicio de urgencias localizable. Eran exactamente las 6.45 de la madrugada y, esta vez descolgó el teléfono para decirnos que no nos atendía porque su marido se iba a las 7 a trabajar y no tenía con quién dejar a los niños, y… “Además...” - añadió - “...hace ya mucho tiempo que no veo a Tobi, ni sé nada de él, si está medicado o no, qué está tomando, etc… Ponedle otro Diazepam y, si no responde llevadlo a un hospital de urgencias a Málaga.” - y colgó. Nunca más supimos de ella.

Si señores, esta es la falta de ética, de moral y de humanidad de una “profesional” de la veterinaria que, con su falta de auxilio, condenó a Tobi a un viaje de 30 kilómetros hacia una muerte angustiosa... 30 kilómetros en los que no dejó de convulsionar hasta que su pequeño corazón se apagó… Bien sabe Dios que intentamos llegar a SOS Animal (Málaga) lo antes posible, pero era la hora que era, y había muchísimo tráfico en carretera. Cuando llegamos, me bajé rápidamente, dejé el coche abierto, cogí a mi pequeño y corrí hacia el hospital veterinario con Tobi agonizando en mis brazos… Nos estaban esperando y acudieron rápidamente para intentar salvarlo… para salvar una vida, la vida de mi Tobi… pero, no fue posible. Aunque hicieron todo cuanto pudieron, su pequeño corazón no aguantó el envite de ese estado convulsivo…

Tobi nos ha dejado, cuando aún era demasiado pronto… No pude estar a tu lado en esos últimos momentos, acariciándote, diciéndote que todo iba a ir a bien... No pude despedirme de tí, darte un abrazo... y, aunque no puedo borrar de mi mente aquellos angustiosos momentos, intento aferrarme a los recuerdos del tiempo que pasamos juntos durante esos dos maravillosos años… Ahora la casa vuelve a estar en silencio: sin ladridos, sin travesuras, sin juegos… sin tus besos… sin tí, Tobi.

Esta es la historia de Tobi, un perrito inocente que no alcanzaba los tres años de edad, cuya vida terminó injustamente antes de tiempo... espero que, ante cualquier emergencia, si les coge el teléfono, sus mascotas tengan más suerte que Tobi...